jueves, 10 de septiembre de 2009

El síndrome del espejo: la nueva esclavitud del siglo XXI




Dime espejito mío ¿Hay otra mujer más bella que yo?

Ya estaba presente por allá por 1850 cuando los hermanos Grimm comenzaron a publicar sus cuentos de hadas. Ese “espejito mágico” que despertaba la ira de la madrastra de Blancanieves al saberse que no era ella la más hermosa de todas. Y ahora, en el siglo XXI, este síndrome del espejo se ha hecho más fuerte.

Conocido también como “síndrome de Tersites” o “dismorfofobia”, este trastorno provoca en las personas que lo padecen una obsesión por encontrarse defectos que no tienen.

Explican los psicólogos que parten de conductas saludables pero acaba convirtiéndose en una enfermedad de consecuencias fatales.

A las más conocidas, como la anorexia y la bulimia, en la búsqueda del peso hipotéticamente perfecto, se le suman otras más recientes, como la “drunkorexia”. Es una práctica cada vez más extendida entre las jóvenes que, no están dispuestas a renunciar al botellón, por lo que en su batalla con la báscula lo que hacen es restringir las comidas para compensar así las calorías del alcohol. Esta falta de alimentos sumada a la ingesta de grandes cantidades de alcohol, es una combinación de lo más peligrosa.

Otros no buscan perder volumen de su cuerpo sino ganar la máxima masa muscular, son los “vigoréxicos”.

A algunos no parece preocuparles mucho la posibilidad de sufrir un cáncer de piel y pese a las reiterantes advertencias de los médicos, no escatiman recursos en lucir lo más bronceados que pueden. El terror de los “tanoréxicos” es precisamente que su aspecto sea demasiado pálido.


Y tener una sonrisa bonita es algo siempre deseado por cualquiera de nosotros, además de la importancia estética que ello supone conlleva también una garantía de salud mantener en buen estado nuestros dientes, pero la “sonrisa Profiden” a veces brilla demasiado y en exceso es perjudicial. Quienes se someten a constantes tratamientos para blanquear sus dientes (“blancorexia”), pueden terminar pasándolo muy mal ya que se hace con productos muy agresivos que deben emplearse con precaución.

Hay personas a las que el problema no es que les preocupe engordar, sino que no se fían de lo que comen, su enfermedad se llama “ortorexia”. En su obsesión por comer sano, rechazan la carne, las grasas, los alimentos cultivados con pesticidas o los productos que contienen sustancias artificiales. Con qué ingredientes preparar el plato de su almuerzo se convierte en el centro de sus pensamientos durante todo el día.

La imagen de perfección que se nos ha querido vender, y parece que con buenos resultados para quien se lo propuso durante este tiempo, ha generado una epidemia terrible de la que muy pocos logran librarse. Ni siquiera las embarazadas, cuyo temor a perder la figura las lleva a poner en peligro su propia salud y la del bebé. En la “pregorexia”, escudándose en el malestar del embarazo, hay mujeres que se provocan el vómito y engordan lo mínimo o incluso adelgazan.

Tampoco los grandes artistas escapan al peligro. Michael Jackson, Marilyn Monroe… Hay quienes señalan como responsables del trágico destino final de sus vidas a esta obsesión por estar siempre perfectos. Son personas de éxito, admiradas por todos. Por todos excepto por sí mismos.




Por Teresa Bernal



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