Mi pequeña gran ventana: El arte cobra vida

jueves, 10 de septiembre de 2009

El arte cobra vida

El mes pasado contábamos cómo el formato tridimensional estaba transformando el mundo cinematográfico. Pero no sólo el cine o el teatro se benefician de la técnica 3D, también los artistas de la pintura y la escultura saben crearnos la ilusión óptica de que sus obras cobran vida ante nuestros ojos.

Su técnica se llama “anamorfis”, está basada en la perspectiva y en las matemáticas y ya la utilizaban genios de la talla de Leonardo da Vinci o Hans Holbein.

El efecto que produce este arte al espectador es que, observado desde un determinado punto de vista, adoptan una forma proporcionada y clara.

Edgar Mueller es una estrella mundialmente conocida gracias a Internet, donde sus obras circulan por la red a través de correos electrónicos.

Julian Beever, Kurt Wenner o Eduardo Relero son otros de estos maestros del arte urbano en 3D, que con una tiza y mucho talento se dedican a embellecer la vía pública de diferentes ciudades europeas, sorprendiendo con sus pinturas, que parecen sobresalir del asfalto, a todo el que se cruza en su camino.

La pintura urbana en 3D es un arte efímero, que no está pensado para perdurar en el tiempo como estamos acostumbrados tradicionalmente. Desaparece a las pocas semanas expuesto a las inclemencias del tiempo, de los peatones, de los animales y de los “colaboradores improvisados” que se apuntan a dejar su firma también en la obra. Lleva mucho trabajo detrás.

Su trabajo, como el de los artistas ambulantes, está en cierto modo, sujeto a la aprobación inmediata de sus espectadores. Aunque, esto también es lo más grato. Sentirse capaz de liberalizar una idea y finalizar una obra en tales condiciones. Hacer un dibujo anamórfico es una tarea muy calculada, lenta y racional que no tiene nada que ver con el grafiti. Para sus autores la subida cardíaca, las anécdotas de la gente, las personas que se conocen o las ciudades a las que se llega son el mejor pago que reciben.