sábado, 30 de abril de 2011

Cuento de la princesa II parte

Había una bruja muy mala, muy mala que estaba celosa de que la princesa y su compañero fuesen tan felices. Envidiosa, la bruja malvada lanzó un hechizo a la princesa. La princesa, de repente, se volvió muy arisca con su príncipe. El príncipe no entendía lo que le ocurría a su princesa.
- ¿Cómo es posible, se preguntaba el príncipe,- que una miel tan dulce se haya vuelto tan agria?. Y apenado, cada vez, se fue alejando.
Pero la bruja mala todavía no estaba contenta. Sabía que la princesa, aunque fuese tan fría y antipática con su príncipe, en el fondo aun le amaba. En realidad ella le adoraba. Era un querer y no poder, que hacía sufrir mucho a la princesa. Entonces, la bruja decide lanzar un hechizo también al príncipe y lo convirtió en sapo. De este modo nunca más volverán a encontrarse,- se sintió por fin satisfecha la bruja mala.
El príncipe, ahora convertido en sapo, avergonzado de su nuevo aspecto se apartó definitivamente del lado de la princesa. ¿Cómo va a querer a un ser tan repelente como yo? Y además, si la princesa ya no me quiere,- y triste y perdido, sin rumbo definido vagó hasta que llegó a un parque.
Cansado de tanto caminar y de tanto meditar, se detuvo frente a una laguna. Una laguna!, exclamó el sapo,- y qué bella se ve esta noche la luna.., - se dijo ensimismado mientras miraba al cielo. Soy un sapo, asumió el desdichado príncipe. -Esta laguna será mi nuevo hogar.- Durante el día, el sapo se ocultaba entre las hojas y procuraba dormir. Soñar esos sueños que el destino le había negado vivir. Las noches las pasaba el sapo mirando el firmamento y conversando con la luna. El sapo, que antes de ser sapo le gustaba la astronomía, fue recuperando así viejas aficiones que le ayudaban al sobrellevar el día a día.

La princesa al ver que el príncipe ya no venía a verla, fue dando sentido a ese rencor que, aun sin saber por qué, sentía. Y abrió la puerta a una honda melancolía. Hasta que una tarde...la princesa, en unos de esos momentos de soledad buscada, fue a parar a un hermoso parque. Siguió, como guiada como un embrujo, el vuelo de una mariposa que fue a esconderse entre la hojarasca de una laguna.

-Mariposa, ¿dónde te has metido?, -la llamó la princesa. El sapo, que antes de sapo había sido príncipe, al oír la voz exclamó sorprendido
-¡Princesa!
-¿Cómo sabes que soy princesa?, -se asustó ella. Si no llevo corona.
-Pero si tú no necesitas corona para ser una princesa..., -se le escapó al sapo como un piropo embelesado. Al sapo le pareció estar soñando mientras escuchaba a la princesa. Recordó la primera vez que ambos se encontraron y cómo pensó entonces que, su voz, era una melodía perfecta para disfrutar de una mágica noche bajo las estrellas.

- ¿Qué dices? ¿Quién eres?, -preguntó la princesa.
- Eh...no, nada. Yo soy..., yo soy.... Me llamó Achernar.- Salió airoso el príncipe sapo con el primer nombre que había logrado inventarse.
- ¡Achernar! -Pronunció la chica. El príncipe sabía lo mucho que a la princesa le gustaba observar el firmamento. Su nuevo aspecto de sapo con cuerpo en forma de huevo y un color azulado, le había dado la idea de tomar el nombre de esta estrella. La novena estrella más luminosa del cielo. Sapo y princesa hablaron durante un rato. La princesa prometió volver otro día. Y, aquélla noche, Achernar, a pesar de las adversidades, se sintió como un verdadero príncipe, llegando a olvidar su aspecto de sapo.
Durante varias tardes, la princesa regresaba a dar su pase en melancólica soledad por el parque. Se sentaba junto al lago y Achernar, que la esperaba impaciente, le contaba historias sobre la estrellas. La princesa muchas veces sonreía, a veces incluso reía bajo la luna con las historias de Achernar. Y el sapo, que recordemos, había sido príncipe, en momentos como esos llegaba a sentir una inmensa felicidad. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba de esa complicidad con su princesa. Una de esas tardes, en compañía de Achernar, la princesa sintió un fuerte impulso de besar al sapo. -¿Por qué siento esta necesidad de dar un beso aun sapo?. - Se preguntó extrañada. Pero la princesa que respetaba mucho a los animales, se convenció,
-¿Y por qué demonios no voy a poder besar a un sapo tan simpático? Con delicadeza, la princesa tomó al sapito entre sus manos. Lo alzó al cielo para colocarlo a la altura de su rostro. Ella le sonrió y entonces los ojos de princesa y sapo se cruzaron entre ellos. Un torrente de emociones sacudió el cuerpo de la princesa y golpeó su corazón con mágicos recuerdos. Como si se tratase de una ensoñación. Un viaje a través del tiempo. Un viaje a otra dimensión. Una dimensión que ya había visitado antes a través de de la mirada y la sonrisa de su príncipe. La princesa besó al sapo. Y bajo la presencia atenta de la luna y las estrellas, Achernar dejó su cuerpo de anfibio y recuperó su apariencia humana. Ella le miró sorprendida, sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando. Él la miró un poco inseguro. Tenía miedo de que ella volviese a rechazarlo. Pero la princesa nunca más volvió a portarse arisca con su príncipe.

1 comentario:

  1. Desde hoy ,voy a besar a todas las ranas que me encuentre,eahhh.,,Cloac,Cloac,Cloac...
    Terry¡¡Clouapa

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